¿Te amas?

Vale arriesgarse en preguntas potenciadoras tales como ¿En realidad te amas? O por el contrario, ¿Lo has dejado de hacer o quizás nunca te has amado?    Enumeremos algunas de las formas cuando sucede lo contrario al título de este artículo.

  • Nos criticamos, nos regañamos constantemente.
  • Nos creamos obligaciones, responsabilidades para no detenernos a pensar en lo que estamos viviendo o sintiendo; es decir, nos anulamos y permitimos que el prójimo nos anule.
  • Maltratamos nuestros cuerpos con mala alimentación, alcohol y otras drogas.
  • Creamos enfermedades y dolores.
  • Atraemos amantes, esposo(a) y compañeros que nos maltratan, nos humillan.
  • Nos demoramos en hacer las cosas que nos beneficiarían; en algunos casos en el caos, el desorden o, en el extremo, el orden excesivo.
  • Aceptamos creer que no somos digno de amor.

Cuando algunas de estas formas se expresan, a continuación, se manifiestan otras señales:

El cuerpo no me funciona: Me duele, me sangra, me molesta, supura, se me tuerce, se me hincha, cojea, arde, envejece, ve y escucha mal.

Mis relaciones no funcionan: Son sofocantes, exigentes, no me apoyan, siempre están criticándome, no me quieren, todo el tiempo se meten conmigo, no se preocupan por mí, me llevan por delante, jamás me escuchan.

Mi vida no funciona: Jamás consigo hacer lo que quiero. No sé lo que quiero. Nunca me queda tiempo para mí. Mis deseos y necesidades siempre quedan postergados. Si hago esto es más para complacer a otros. No tengo talento. No soy capaz de hacer nada bien.

El amor es una cura milagrosa. Cuando nos amamos, empiezan a suceder milagros en nuestras vidas.  Cuando nos respectamos, agradecemos, cuidamos a nuestro cuerpo y nuestra mente, entonces podemos sentir amor por:

  • El proceso de la vida tal como es
  • El júbilo de estar vivos
  • La belleza que vemos
  • El conocimiento
  • Nuestro cuerpo y la forma en que funciona
  • La actividad de la mente
  • Los paisajes y el hábitat donde vivimos

Todos hemos sido bebés. Cuando somos bebés, somos inocentes, completos, maravillosos; actuamos como si nos supiéramos perfectos, y somos el centro del universo. No tenemos miedo. Expresamos libremente nuestras emociones, cuando queremos algo lo reclamamos, Cuando estamos enojados lloramos tan alto que hasta los vecinos se enteran. Cuando estamos contentos con tan sólo una sonrisa iluminamos nuestro rostro y toda la habitación. Nos amamos tal cual nacemos.

Si luego de revisarte, mediante las preguntas iniciales, te ves reflejado en algunas de las situaciones descritas, y descubres que no te amas, sino que sufres y rumeas tu propia existencia, la invitación es a emprender la noble tarea de rescatar el amor a sí mismo.

Sandra Hernández Brunel- NeuroCoach


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